sábado, 27 de octubre de 2012

Me confieso

No me atrevo ni a mirar la fecha de la última entrada que publiqué, pero sé de sobras que fue hace mucho tiempo. Un tiempo que ha supuesto muchos cambios en mi vida y que, si miro atrás, era imprescindible para volver adelante.

En los últimos meses han sido un par de lectores los que me han buscado hasta dar conmigo en internet, y preguntarme por la segunda parte de Los Hijos de Gea. A ellos, y a todos los demás, os pido disculpas. Como mínimo os debo una explicación y eso es lo que por fin voy a hacer hoy.

Han sido muchas las razones que me han llevado a abandonar temporalmente mi faceta de escritora.
Algunas de ellas son totalmente personales, pero le han dado un cambio de 180 grados a mi vida. Cuando hace cuatro años conocí a Urban durante mi año de Alemania y empezamos a trabajar juntos en la edición ilustrada de Los Hijos de Gea, jamás imaginé que aquel encuentro nos uniría hasta el punto de hacerme dejarlo todo y llevarme a vivir a Eslovenia. Pues bien, así fue y tras dos años de vivir en este minúsculo país de centro europa, el pasado mes de mayo nos casamos.
Organizar mi vida en este país no ha sido un camino de rosas. He tenido que adaptarme a un lenguaje totalmente nuevo (aún estoy en ello) y buscarme una manera de vivir en un lugar en el que mi carrera universitaria no tiene gran salida profesional (diseño industrial). En los últimos años he hecho de todo, incluyendo diseñar un museo de marionetas, ser mentora de un grupo de diseño de interiores, diseñadora gráfica y hasta profesora de español. Curiosamente esta última faceta es la que parece ser la única capaz de darme estabilidad y de paso, mantenerme en contacto con el español, por lo que decidí abrir mi propia academia de español. En esas ando últimamente, por cierto.
Todo esto fue uno de los motivos por los que no he tenido apenas tiempo ni energía para dedicarle a mi carrera como escritora. Estando en España me resultaba más fácil organizar presentaciones y tener tiempo para escribir, pero desde Eslovenia se hizo casi imposible.

Eses fueron los motivos prácticos, pero lo que a vosotros os interesa tiene más que ver en realidad con algo de lo que, como escritora frustrada, aún me cuesta hablar abiertamente. Ser escritora es un sueño que creció en mi siendo niña y leyendo libros de Enid Blyton. Sin embargo, la realidad es un camino de espinas en el que me he encontrado demasiada maleza. Mi juventud y mi ignorancia absoluta del mundo editorial me hizo cometer muchos errores que, por mucho que he luchado, han pasado factura a mis ganas de seguir adelante. Dos fallos editoriales me llevaron finalmente a Educando, una editorial con la que, a pesar de que las cosas no salieron como soñábamos una vez más, todavía le estoy agradecida. En toda la basura que me encontré por el camino, Guillermo fue el único que sentí que me comprendía y de verdad creía en mí. Él había pasado por la misma experiencia con los mismos desgraciados que yo. Pero el mercado no es agradecido. Los lectores esperan obras que no llegan a ellos porque las librerías no se arriesgan con "posibles" y el monopolio de las editoriales potentes pisotea cualquier intento que despunte ligeramente.
Terminé de escribir En algún lugar de Orión cuando tenía 19 años. Hoy tengo 28, lo que significa que he invertido veinte veces más tiempo intentando que la obra llegue a los lectores que en escribirla. La segunda parte está escrita desde hace unos 5 años. 5 años en los que me harté de lidiar con editoriales y librerías. El esfuerzo fue demasiado y al final, me sumergí en una depresión que me llevó a sentirme totalmente fracasada en lo único que de verdad había querido. Esta sensación me amargó los pocos momentos en los que intenté ponerme a escribir una nueva novela y como temía, me bloqueó. Nada de lo que escribía me parecía bueno, además de tener problemas para recordar el idioma por mi uso diario del inglés. Dejé de escribir y el tema se tornó en una espina que se me retorcía cada vez que alguien me preguntaba por el libro. De alguna forma sabía que no lo había abandonado totalmente. El que algunos de vosotros siguiesen interesados en el tema aún con toda la oscuridad que muchos se esforzaron por verter sobre la obra me mantuvo siempre con el deseo interior de retomarlo cuando estuviese preparada. Bien, ese momento ha llegado. He hecho las paces conmigo misma y he asumido que el problema no está en el libro, sino en el el fin para hacerlo llegar a sus lectores. Leeréis la segunda parte, pero no será ninguna editorial la que la haga llegar a vosotros. Han sido demasiadas decepciones y aunque guardo buenos pensamientos para Educando, he decidido que no voy a arriesgar mis energías de nuevo. Ya no ambiciono poner mi nombre en las listas de más vendidos de La casa del libro. Sólo quiero que los que esperan el libro tengan oportunidad de leerlo y que Los Hijos de Gea se complete.
Por ello, he decidido publicar la segunda parte, Anagennese, por mi cuenta. La primera versión será en formato electrónico, y preveo tenerla lista para antes de Navidad. También publicaré una versión limitada impresa para aquellos que quieran tener la obra en formato libro, que se pondrá a la venta en las librerías que quieran colaborar y bajo pedido.

Mientras no llega, podéis ir saboreando la obra con la presentación que Urban ha colgado en su página web, donde podéis ver algunas de las ilustraciones que ha preparado para Anagennese, y que se han exhibido en la capital eslovena. ¿Qué os parecen?

Las puedes ver AQUI

Me ha costado mucho tomar la decisión de compartir mis razones con vosotros, pero la verdad es que sin vuestro entusiasmo creo que me habría rendido hace tiempo. No puedo esperar a que leáis la segunda parte, de la que me siento particularmente orgullosa. Gracias por confiar en una obra nueva, y sobre todo por demostrar tanta pasión por el mundo de los libros. Nos vemos en breve.

Natalia Corbillón